Qué lástima, pero adiós

11-11-2017

No solo el turrón El Almendro vuelve a casa por Navidad. También las amenazas de Ferrari y los anuncios de retirada de Felipe Massa son un clásico en estas fechas tan entrañables como cansinas.

Es un acto reflejo. Al primer spot de la lotería, van los de Maranello y lanzan su desafío secesionista. Esta vez han sido los anuncios de un cambio tecnológico radical en la F1 a partir de 2021 lo que ha hecho resurgir las viejas letanías de Luca Montezzemolo, ahora reeditadas en boca de Sergio Marchionne. Con una diferencia: al señor de las americanas de lujo le hacían más caso que al prestigioso ejecutivo del jersey roído.

Por conocida, la vieja lamentación de Ferrari ya suena a mantra, y su repercusión es más bien escasa. Incluso inofensiva, bajo el mandato de una Liberty Media mucho más insensible que Bernie Ecclestone ante según qué retos basados en una fuerte carga de nostalgia.

Igualmente, este fin de semana será el último para Massa con un F1 en Interlagos. O no, ya que el brasileño se ha despedido más veces de este deporte que Ortega Cano de los ruedos.

Está en su derecho. Sabemos de su marcada tendencia a la emotividad, y más en un escenario como ese (su casa, pero también el lugar que le vio llorar como un niño por no haber sabido defenderse como un piloto), pero estaría bien que esta vez nos ahorrara el espectáculo de la familia esperándole en pleno pit-lane después de haber reventado el coche por enésima vez.

Sus dos últimas campañas con el Williams no han estado a la altura. Felipe es un deportista entrañable, pero el momento de la despedida hace ya tiempo que llegó. Si creemos que pilotos como Palmer no tenían sitio en la F1, si pensábamos que su compañero Lance Stroll llegó prematuramente a la disciplina (aunque esté mejorando a gran velocidad), si nos cuesta tanto entender qué hace aquí Ericsson como asimilar porqué ya no está Kvyat, debemos aplicar el mismo criterio a la continuidad de Massa.

La fruta verde puede madurar; pero cuando ya acumula muchas horas de sol, o de nevera, difícilmente volverá a su punto óptimo.