El próximo lunes se celebra el Día Internacional del Teatro. La F1 ha querido sumarse a la celebración con el GP de Australia para levantar este fin de semana el telón de la temporada.
Dicen, y así nos lo han vendido por activa y por pasiva, que nos enfrentamos a una F1 “distinta”. No quiero engañarles: no lo creo. Y ojalá que me equivoque.
Los test de pre-temporada, más que un juego de confusiones, o una comedia de enredo, suelen ser una farsa vodevilesca.
No me creo nada. O casi nada. Mercedes pudo ir mucho más rápido de lo que fue, la velocidad real de Ferrari la veremos aquí, y Red Bull jugaron al escondite. En el caso de los de Milton Keynes, más por necesidad –su motor Renault no estaba aún afinado, y la producción de determinadas piezas se atrasó más de lo debido– que por estrategia.
Lo único que pareció real fue el desatino de McLaren. Los de Woking y los de Honda, ya lo saben, están a punto del divorcio. O, cuanto menos, ya duermen en camas separadas. Los ingleses, en privado (y algo más tímidamente en público) ya no se cortan a la hora de rajar de los japoneses.
No cometeré la petulancia periodística, demasiado habitual por cierto, de aseverar que el cambio de motor es inminente. Afirmarlo tiene un punto de irresponsabilidad y, sobre todo, de desconocimiento. Especialmente técnico, pero también legal y, evidentemente, económico.
Tengo la sensación que esta será una temporada aburrida, tediosa, y hasta cierto punto desilusionante. Hay tantas expectativas depositadas en la misma, y son tan pocas las evidencias de que los cambios introducidos serán positivos, que creo que lo más interesante de cada carrera empezará al día siguiente de haberse disputado.
Todo parece indicar que será un año más de despachos que de asfalto. Y si esto es así: ¿dónde queda el espacio para la emoción?
Nos enfrentamos a una representación que podría tener más texto que acción. Más drama que comedia. Más densidad que intensidad. Ojalá que en noviembre tengamos fuerzas para aplaudir. Y ganas.
LA REALIDAD DE MELBOURNE
Siempre se dice que la realidad de los equipos no se ve en los test, sino en el primer GP.
Albert Park es especial. Ni urbano, ni permanente. Ni carne, ni pescado. Aunque, interesante.
La historia nos ha demostrado que a veces suceden cosas diferentes en esta pista. Por esto, lo que pase este fin de semana en Australia, habrá que interpretarlo con las debidas reservas. Disfrutémoslo y analicémoslo, pero no convirtamos ninguna tesis en dogma.