No hay partido de vuelta entre el hombre y su destino

01-01-2021

Ha llegado el momento de arrojar a la papelera el almanaque en el que apuntamos la palabra “distopía” y en el que aprendimos a no sorprendernos ante quienes ya utilizaban una mascarilla al menor síntoma de un resfriado.

Dicen que saldremos más fuertes de esta. No lo sé. Lo que sí es seguro es que lo haremos más pobres. Y más desconfiados, porque nos la han intentado colar por todas partes. También en nuestro deporte.

Afortunadamente, la socorrida temporada de carreras que hemos vivido nos ha ayudado, y mucho, a olvidarnos ni que fuera por unas horas de esta pesadilla.

Joan Mir y Albert Arenas han sido los españoles que más han brillado en este campeonato. Pero el Mundial de Motociclismo de 2020 ha tenido un héroe destacado: Carmelo Ezpeleta.

La solvencia con la que él y todo su equipo han llevado a cabo tanto los calendarios de circunstancias de MotoGP como del WSBK es para sacarse el sombrero. No solo nos han proporcionado esta distracción que tanto necesitábamos, sino que también han sabido minimizar las pérdidas económicas para Dorna en un curso tan complejo y –sobre todo– han garantiza-do el modus vivendi de tantas familias que, de un modo u otro, dependen de la actividad que generan las carreras.

La forma en que han gestionado la seguridad sanitaria del paddock, convirtiéndolo en una burbuja bastante aséptica, es tan ejemplar que algunos gobiernos –y pienso en un par no muy lejanos– deberían tomar buena nota. Que de los casi 37.000 test PCR que se han realizado a la comunidad de MotoGP solo 30 hayan dado positivo por COVID-19 es un éxito que va más allá de la estadística. La mala suerte es que uno de ellos lo protagonizara Valentino Rossi, con el revuelo mediático que ello comportó (como sucedió también en la F1 con Lewis Hamilton).Una buena parte de este éxito de Dorna se debe a la transparencia con que siempre han actuado, desde el primer momento, anunciando las ayudas que iban a poner en marcha para los equipos implicados, pero también no ocultando los instantes más complejos de la campaña, que también los ha habido.

Y es precisamente en estos tiempos tan difíciles y extraños que vivimos cuando más agradecemos la sinceridad y cuando más nos cabrea que nos la intenten colar doblada.

La claridad con que se ha dirigido la división más popular del motociclismo ha contrastado, y mucho, con la oscuridad que ha rodeado (y sigue haciéndolo) el aspecto más negativo de este ejercicio: la lesión de Marc Márquez.

Me confieso admirador absoluto del pilotaje del piloto catalán. Y quién no. Por ello me sumo a los millones de aficionados que también habrán echado de menos su concurso en las pistas.

Pero, pese a su ausencia, reconozco que me he divertido, y mucho, con las carreras de este año. Con la variedad de gana-dores que hemos tenido, pero sobre todo con la igualdad que hubo sobre el asfalto.

Por ello discrepo de quienes creen que esta temporada cotizará a la baja en los anales de este deporte. Hacerlo me parece, ante todo, una falta de respeto a quienes se partieron el alma y la cara por quedar lo más arriba posible en la clasificación.

Dentro de unos años, cuando los que nos sucedan consulten los archivos de este 2020, verán reducida toda esta historia a una sola línea en la que pondrá: campeón de MotoGP, Joan Mir (Suzuki). Puede que algunos crean que Márquez tuvo un mal año en esa ocasión, o que muchos ni tan siquiera sepan que no corrió ese año, y serán muchos menos los que conozcan los motivos de por qué no lo hizo.

Escribió el dramaturgo irlandés Samuel Beckett que “no hay partido de vuelta entre el hombre y su destino”. La historia no se borra, por mucho que le demos al botón de “delete”. Y el pasado, pasado está y no volverá. Pero el presente es cierta-mente preocupante, como tal y por lo que puede condicionar el futuro más inmediato.

Cuando en julio Márquez volvió al circuito de Jerez cuatro días después de haber sido operado de la lesión en el húmero derecho. me alegré extraordinariamente de sus intenciones de participar en la carrera de aquel fin de semana. Solo quienes han estado cerca de estos marcianos pueden comprender este tipo de pulsión irracional que les obliga a actuar así. A priorizar sus objetivos –las carreras– por delante incluso de su salud. De su vida, vaya. Es una actitud animal que no entiende de lógica alguna, pero que es así. La historia de este deporte está llena de ejemplos de salvajadas de tal calibre, y que en su mayoría salieron bien.

Pero tanto va el cántaro a la fuente... o la placa de titano, si quieren. Sobre todo si uno se pone a hacer flexiones como un poseso dos días después de pasar por el quirófano.

La justificación posterior, el cuento chino de la placa que se rompió al cerrar una ventana, no cuela. Y menos en estos tiempos que, de tanto que nos han mentido, tantos y tantas veces, ya no nos creemos nada. Vaya con la ventanita de marras. La más fuerte de Cervera, de toda la comarca de la Segarra. Qué digo de la Segarra... la más robusta de Lleida, de Catalunya, de España, de Europa, del planeta, de la galaxia. Pero, amigos, ese alféizar al que asomarse al mundo mundial fue como la kryptonita para Superman, o el perejil (rico, rico) para mi loro Spencer, que la palmó por tragarse tantos programas de Argiñano. No me jodas.

Con lo bien que nos habían acostumbrado Ezpeleta y sus colaboradores a contarnos con detalle cómo iría organizándose el Mundial, paso a paso, la opacidad con que se ha gestionado la evolución de la lesión de Márquez no ha hecho sino generar una riada de especulaciones... que con una pizca de sinceridad se podían haber ahorrado.
Obviamente todo lo que forma parte de la salud de las personas entra dentro de un ámbito privado que hay que respetar.

Pero en este mundo si algo que no se puede ser son dos cosas: mentiroso y desagradecido. La combinación de ambas ya es terrorífica.

Márquez estaba en su derecho de consultar segundas opiniones médicas. Y así lo hizo: en Austria y Estados Unidos. Curioso, sobre todo porque cuando un piloto de alguno de esos países se lesiona, va y se opera en Barcelona.

También es legítimo que haya ido a operarse a la Clínica Ruber de Madrid. Curioso también que haya sido solo la identidad de este centro de lo que nos hayan informado. Y es que a nadie le viene mal una cuñita publicitaria, ¿no?

Pero lo que no es de recibo es que se haya cuestionado veladamente el trabajo que hicieron los médicos que inicialmente lo atendieron. Los mismos que, por cierto, tantas y tantas otras veces pusieron todo su conocimiento y pericia a disposición del piloto.

Una rueda de prensa en condiciones, unas explicaciones mucho más allá de una serie de escasos, enigmáticos y confusos comunicados habrían aportado luz a la situación y evitado especulaciones.

El rumor de que a Dovizioso le han ofrecido el puesto de probador del equipo y de piloto titular si Marc no está en condiciones de debutar en la primera carrera del año no hace sino azuzar los rescoldos de esta ceremonia de la confusión en que han convertido esta historia.

Ahora no son pocos los que incluso dudan de que Márquez pueda volver a correr. No quiero creerles, ni escucharles siquiera. Pero hasta este punto hemos llegado. ¿Por culpa de quién?

Siempre se ha ponderado la guardia pretoriana que Marc ha sabido hilvanar a su alrededor. Pero esta vez alguien ha fallado con sus silencios. Y no me refiero ni a su cuerpo técnico, por supuesto; ni a Alberto Puig; ni a quienes gestionan la comunicación del equipo que, en definitiva, cuentan lo que les permiten. Y, a veces, incluso la verdad.