Tendrían que hacer una carrera en Phillip Island cada quince días. ¡Qué circuito!
Antes del GP de Australia, un aficionado me preguntaba si cabría la posibilidad de ver una carrera de F1 allí. Le respondí que no, por motivos de homologación de la pista y otros condicionantes logísticos, aunque se hayan hecho carreras de F1 históricos allí.
La verdad: ni falta que hace. Las carreras de MotoGP en este trazado son siempre espectaculares. La pista pone lo suyo. Pero al llegar aquí, en pleno “triplete asiático”, los pilotos se vienen arriba, y no se guardan nada donde siempre hemos vibrado.
Ojalá la carrera de este domingo, en Sepang, tenga la misma intensidad que la anterior. En el trazado malayo, las cosas podrían ser distintas, aunque Marc Márquez puede dejar sentenciado su sexto campeonato mundial, el cuarto en la categoría reina.
La penúltima carrera no comienza desde cero. Lo hará desde las declaraciones de algunos pilotos tras el festival de adelantamientos, toques, roces y maniobras sin contemplaciones que hubo el pasado domingo.
En el corralito vimos muchas sonrisas, mucho abrazo, y bastantes marcas de neumático en monos y carenados. Sin embargo, no son estos los peores arañazos. Los más graves son los que no se ven. Los que dejan tal marca en el amor propio que sólo se borran con la venganza. Y, en la recta final de la temporada, no tardará en llegar.
Hablaron todos. Absolutamente todos. Rossi lo dejó muy claro: “si este es el juego, habrá que jugar así”. Si lo dice alguien de su calibre, habrá que tomarlo en cuenta.
En Sepang no hay las gaviotas de Phillip Island. Si acaso, alguna cobra por los palmerales de alrededor. Cuidado porque en esa pista las picaduras son serias, ya que se producen a gran velocidad, a muchísima velocidad. Tanta que, a veces, en determinadas maniobras, a uno le cuesta diferenciar la frontera que separa el espectáculo, el atrevimiento, de la inconsciencia.
Márquez no criticó a Johann Zarco. Dice que cuando él era un rookie pilotaba igual. Rossi ya fue más ácido. Haría bien el francés en dimensionar su agresividad; por su propio bien. Sepang nos trae malos recuerdos.