Ferrari juega en casa, lo que –históricamente- siempre ha sido un arma de doble filo para los intereses de la Scuderia. La presión que los de rojo sienten en “el templo de la velocidad” es única; ningún otro equipo de la parrilla vive jamás algo parecido a lo largo del año.
Vettel y Raikkonen llegan a Monza con sus renovaciones bajo el brazo. El alemán puso en un brete a Lewis Hamilton en Spa, un escenario que no era nada propicio a los del cavallino; pero la carrera del británico fue impecable en Bélgica.
Sebastian sabe que, tras la cita de este fin de semana, ahora llegarán circuitos que juegan a su favor.
Antes de este domingo sólo siete puntos separan a Vettel del de Mercedes. Apenas nada, lo que hace que ambos pilotos vayan a disputar cada metro de lo que resta de temporada con la bayoneta calada, curva a curva, frenada a frenada.
En Ferrari, “aquest any sí”, han hecho un buen trabajo, y es de justicia reconocerlo. Cuando Maurizio Arrivabene aterrizó en el equipo como sustituto de Stefano Domenicalli, y tras el paso efímero del esperpéntico Marco Mattiacci, le cayeron más palos que una estera. Trabajar en Ferrari comporta estos gajes, y más cuando los resultados de relumbrón quedan tan lejos.
Al de Brescia se le acusaba de ser “tan sólo” un experto en marketing, y se cuestionaba su capacidad técnica y de gestión para liderar una bomba de relojería como es siempre el box italiano.
Pero hoy, dos años después, hay que reconocer, en puridad, que Arrivabene lo está haciendo bien; que el nombramiento de Mattia Binotto como responsable técnico fue un acierto, pese a las dudas iniciales (los resultados lo certifican); y que la política de comunicación de Alberto Antonini es la más acertada que han tenido los de rojo en muchos años.
Ferrari es un ministerio más de la república italiana; toda una institución a la que hay que respetar, y que los tifosi veneran con fervor casi religioso.
Una victoria este fin de semana, en casa, no sólo mantendría la llama del mundial absolutamente incandescente, sino que certificaría el buen trabajo realizado.
Ferrari, e Italia, lo merecerían. Con permiso de Hamilton, claro.