El extraordinario poder de recuperación de la mente

03-08-2019

El mundial vuelve a la carga en Brno aún sin Jorge Lorenzo, que no reaparecerá hasta Silverstone

Se acabó lo que se daba. El Mundial vuelve a la acción este fin de semana tras la pausa de verano, y lo hace sin Jorge Lorenzo. A todos nos hubiera gustado disfrutar con la presencia de Jorge Lorenzo en la pista, pero la trascendencia de su lesión nos lo impide hasta la carrera de Inglaterra, como ya es sabido.

Este delay se veía a venir, por mucho que la capacidad de levantarse de Jorge esté históricamente demostrada, con reapariciones casi milagrosas incluidas, como probablemente recuerden.

En el fondo me alegro de la ausencia del mallorquín. Si ningún objetivo deportivo en juego, con la temporada totalmente perdida desde hace tiempo, la prioridad debe ser ahora su recuperación. Si no llega un total restablecimiento físico, difícilmente va a aparecer la imprescindible revitalización psíquica que todos esperamos; y él el primero, lógicamente.

En el magnífico documental “La cena de los campeones” que podemos ver en la plataforma DAZN, los comensales de la misma opinan sobre la situación del piloto de Honda. Entre los comentarios vertidos, resulta especialmente interesante el de Dani Pedrosa, porque nadie mejor que él puede comprender las dificultades de adaptación de su sustituto a una moto que tantas sensaciones le generó. Buenas y, sobre todo, malas.

Apunta el de Castellar que Jorge puede hacer el click en cualquier momento, y que entonces los resultados volverán porque su innata velocidad no se ha esfumado. Ojalá.

Hace pocos días, con ocasión de su enésimo título mundial, esa bestia llamada Toni Bou nos hablaba de sus fórmulas para mantener la motivación después de tanta sobredosis de gloria y de su bulimia de títulos. Pero lo más interesante ha sido la forma cómo el de Piera ha superado la ristra de lesiones del 2018: vértebras, cruzado, costillas… El parte médico del de Montesa el año pasado daba pavor. Y sin embargo, a sus 32 años, este animal no para de destrozar records, de machacar a sus rivales sin humillarlos jamás, y de fomentar ese indudable síndrome de Diógenes que se manifiesta en su sala de trofeos y títulos.

Lo de Toni Bou es un fenómeno paranormal que debería ser un ejemplo para muchos. Sus lesiones han sido terribles, pero la manera como las ha superado –sin aspavientos, psicólogos, ni gurús de pacotilla– es algo digno de estudio. Que esté rodeado de un entorno ultra-profesional forma parte de esa receta mágica cuyos ingredientes principales no son un secreto como el de la fórmula de la Coca Cola: sólo trabajo y humildad.

Cuando Bou se proclamó campeón por chiquicienta vez en Francia, sus amigos –perdón: sus compañeros de trabajo, sus cómplices, sus socios; no sus palmeros, pelotas o proxenetas deportivos, como tienen otros– se enfundaron unas camisetas con la inscripción: “Esto no es un  milagro. Es una leyenda”.

Los milagros, en Lourdes. Pero no en Lugano. Y las leyendas se construyen con el día a día, no a base de fogonazos proyectados por tontainas que confunden la influencia con la indolencia, o la comunicación con los influencers.

No deberíamos confundir “La cena de los campeones”, con “La cena de los idiotas”, por muy buena que fuera aquella obra de teatro.